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Mensaje por Zöé I. Stracke Mar Dic 13, 2011 1:46 am



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INFORMACIÓN PRINCIPAL
Nombre Completo: Zöé Isís Stracke Zwryack.
Apodo: Nunca ha tenido a alguien tan cercano como para que se lo pusiesen, tal vez su madre, quién le decía Copito.
Edad real y aparente: Tiene 19 años, no aparentes, Zöé nació hace 19 años y punto.
Fecha y lugar de nacimiento: Новосибирск (Novobibirsk), Rusia. 1992.
Ocupación: Estudiante de Comunicaciones.
Grupo: Misfits.



INFORMACIÓN PSICOLÓGICA & FÍSICA
PB:
Amanda Hendrick.
Zöé es bastante difícil en cuando a físico se refiere. No porque sea 'especial' o 'voluptuosa' simplemente es algo enigmática, va completamente con su forma de ser. Nunca sonríe y tiene la mirada baja, pero, cada vez que veas los orbes verdes, se verán opacados por algo, un tipo de película gruesa, como un secreto sin revelar. Su piel es de un color rosa bastante pálido, es tersa, suave y cubierta por muy pocas pecas, pero que le dan un aspecto tierno, aunque esto no vaya de acuerdo a la descripción psicológica de Isís, ella es nada y mucho menos es tierna. Desprende un ligero olor a fresas y leche, tiene un olor por así decirlo, natural. Desde los 16 años a utilizado el mismo shampoo y las mismas cremas, así que, ya hasta cuando duerme, huele a fresas. El olor a leche es algo difícil de explicar, así es que, no lo haremos. Un cuerpo bastante delgado, bastante a decir verdad. La cuestión es simple: Zöé come porque debe hacerlo, no porque le guste. La sensación de hambre puede aguantarla por mucho tiempo, pero finalmente es humana y debe de comer. Un punto más que no puede controlar. Otro corte más a la lista.. Sus huesos se pueden sentir a través de la piel la mayoría del tiempo, tiene huesos duros y largos, los de las caderas son los que más se pueden sentir, al igual que el hueso de la columna. Es extremadamente delgada. Tiene las extremidades largas y finas, piernas largas y suaves, de un medio tono más oscuro que el de sus rostro, con las ya mencionadas pecas y...pues para ser sinceros, tiene unas piernas muy bonitas. Subiendo por su cuerpo, tiene una cintura angosta, y unos brazos delgados, sus dedos son algo graciosos, delgados y con una que otra arruguita, lleva las uñas al raz, ya que siempre se hace daño cuando las tiene largas, se rasca las muñecas hasta sacarse sangre, es su manera de liberar el estrés. Unos labios ligeramente carnosos, de color rosa y una nariz un poquito respingada, le dan el toque final a el rostro de Zöé Isís. Para finalizar, su cabellera castaña, larga y sedosa, con unas ligeras ondas que se escurren por allí, tiene unos toques rojizos en algunos mechones, al igual que alguna vez se lo ha teñido de color negro, le queda bien, su color de piel va con los colores oscuros, en fin, ella es así.
Queríais que os describiera a Zöe y ya lo he hecho, no tengo nada más que hacer aquí.

Descripción Psicológica:
Una manera laboriosa de no ser nada, es serlo todo; de no querer todo; de no querer nada, es quererlo todo.

Bastante difícil querer describir a Zöé, considerando que no hay nada qué describir. Zöé es nada y a la vez todo. Es como si estuviera muerta, solo que la sangre corre por sus venas y su corazón late 72 veces por minuto. Es reservada, más bien porque no tiene nada qué contar. No tiene gustos, no tiene disgustos, miedos o fortalezas. No tiene gestos que la hagan resaltar de los demás, sus ojos carecen de expresión, al igual que su voz tímida y cantarina, la cuál casi nunca se presenta, ya que el silencio es lo que más caracteriza a esta morena. Se deja llevar por la marea, no hace anda que resalte, se mueve lo justo y lo necesario. Sus pasos son medidos, pero da tumbos por allí, pérdida, sin conocerse a sí misma. No es más que una marioneta, su vida sería como una obra de teatro, más el telón jamás se ha levantado, es una actriz secundaria de su propia vida, la vida la ha vivido a ella y ella nunca a rozado, siquiera y con las yemas de los dedos, lo que es vivir.

Entonces, queda esta pregunta: ¿Quién es realmente Zöé? Es un misterio, inclusive para ella, y eso le aterra, no saber quién eres puede ser el peor sentimiento que jamás tengas, esa duda que te carcome dentro. ¿Quién soy? ¿Para qué existo? ¿Tengo algún propósito? No lo sabe. Tal vez es por eso que aquellos cortes yacen sobre su cuerpo, sobre su abdomen, sus piernas, lugares en los cuáles ningún entrometido irá a hacer preguntas estúpidas. Su mano izquierda se aferra a la pequeña cuchilla y causa un corte superficial en la palma, pero el acto central es cuando la cuchilla roza con delicadeza el vientre de la joven, ese dolor punzante que dura solo un segundo y después el placer de tener el control de sus actos corre con rapidez por su cuerpo, entumeciendo los dedos de sus pies y nublando su visión por unos diez segundos. Zöé abre los ojos a los treinta segundos y esa sensación de tener el control sobre lo que siente se ha desvanecido. Es por eso que necesita más de un simple cortecito. La joven ha llegado a extremos, pero, de una manera u otra, cuando aquella cuchilla llega a su delgada y pálida piel, se siente bien, se siente fuerte.

Toda su vida se ha tragado las experiencias, su corazón se he ennegrecido poco a poco, careció del afecto de su madre y no hablemos del padre. Se convenció a si misma que eso no le afectaba, que no le hería, pero poco a poco, se hundía más en sí misma, en esas aguas densas, negras y frías.

El frío es insoportable, se cala por mis huesos, no sé qué voy a hacer…
Sí, Zöé lleva un diario, pero más que un diario común y corriente, es un lugar dónde sus pensamientos se mezclan con poesía, con frases sencillas o de vez en cuando, un agujero negro que se traga cada palabra o sinfonía de lo que haya escrito. Está de más decir, que nadie ha leído esos escritos jamás, son como un tesoro para ella, algo privado, se podría decir que es lo único que defendería con las garras, pero eso sería estar exagerando, pues no tiene la suficiente fuerza física o mental, como para defender algo con tanto ahínco.

Pero volvamos al hecho de cómo se relaciona con las personas. Podría decirse que es lo que los demás esperan que sea, puede ser la mejor amiga de alguien, la zorrita de alguien o hasta la buena niña de alguien, la preferida, se amolda a los gustos de las personas, es…¿camaleónica? No, eso sería exagerar. Simplemente, esta hecha para complacer a los demás, a ser lo que ellos quieren, una orden de cualquiera debe ser cumplida por Zöé, se intimida con rapidez, tiene un miedo, un pánico a las personas que no puede controlar, es igual que aquel extraño movimiento de manos, sí, las manos le tiemblan cuando está cerca de gente, de miedo tal vez, realmente, hay un par de anomalías en el comportamiento de Zöé, cosas que no están bien, pero, como ya he dicho, no pasa el tiempo suficiente con un ser viviente de razonamiento avanzado, como lo es el ser humano, como para que alguien lo note.

Simplemente, ella no está allí, la vez, pero realmente no la sientes .
Tiene el don de pasar desapercibida, tan silenciosa y quieta, Zöé ha mantenido un perfil bajo toda su vida, nunca se ha exaltado mientras alguien la esté viendo –aunque, en la soledad de su habitación, muchas cosas han ocurrido, cosas de las que se arrepiente. Cosas que alguien no podría entender. – y siempre a escondido esos ojos verdes. Nadie ha podido ver a través de ellos, es como si una película gruesa impidiese que se vea algo con claridad. Aunque, hay algo que ella nunca ha podido ocultar, y es lo único que podrías rescatar de Zöé: es extremadamente analítica, sus ojos se pasearan por cualquier lugar en el que se encuentre, claro, en un lugar en el que se encuentre cómoda, no amenazada por algún tipo de perturbación. Recién allí, se podría decir que levanta la mirada e inspecciona el dónde se encuentra, la gente a su alrededor y cómo se desarrollan en el lugar. Para terminar, Zöé fuma, si tu fumas, Zöé come si tu comes, Zöé intenta vivir si tú vives, aunque este último es posible que no se esfuerce en hacerlo. Siempre ha vivido al ralentí y no va a hacer nada por cambiarlo. Si al final, eso es lo que es ella....nada.


Gustos:
¿Quieres que te sea honesta? No tiene gusto alguno, se guía de los gustos de los demás. Pero, puede ser que le guste tomar café, en exceso, al igual que escribir. Realmente, si le preguntas, Zöé no sabrá qué responderte.

Disgustos:
Lo mismo de arriba, pero lo que Zöé detesta, con todo su corazón, es la oscuridad, le tiene miedo a la falta de visión, a lo que le haga sentir que no tiene el control.
Miedos o fobias:
La oscuridad, la oscuridad, la oscuridad. Si quieres verla en su estado más débil, apaga las luces y…acción.
Fortalezas:
¿Honestamente? No, no tiene.
Debilidades:
El silencio extremo, y cómo se deja poseer por los demás, no es más que una marioneta en su propia obra de teatro.
Manías:
Más o menos, cada minuto, tiene que ver su reloj de pulsera, tiene un nosequé con el tiempo, algo le aterra, pero no sabe qué es exactamente. Luego, su estricto orden alfabético, no puede ver nada que no esté en este orden, al menos en su habitación.

INFORMACIÓN FAMILIAR
Familia:
Hügo Zephyr Stracke: Como ya deben saber, no hubo relación alguna.
Isabella Imogen Zwrayck: Un cariño basado en el silencio y en caricias que se las llevó el viento.


Historia:
Los primeros años de la pequeña muchacha de oscura mirada y de sonrisa ausente no son los más interesantes que jamás alguien haya contado, tuvo una infancia tranquila, siempre perdida en sus pensamientos, siempre separada del grupo, ella misma se aislaba, las personas –incluyendo sus familiares–intentaban acercarse a ella, pero Zöé, con ese instinto de supervivencia que palpitaba con fuerza, lo único que hacía era bajar la mirada, no resistirse a los abrazos y finalmente, cuando la soltaban, caminar, o mejor está decir tambalear. Hacía todo lo que le pedían, ordenaba su habitación, sonreía cuando se lo decían que hiciese, comía todas sus verduras, y era amable con todo el mundo, una niña tranquila, la hija que todo padre desearía. Pero, claro, Hügo Stracke quería más. Oh, qué avaricia.

“Wish I had an angel to guide me. If I only had a sea shell to crawl in…”

La primera vez, Zöé no entendió la razón por la cuál su padre se había empeñado en quedarse solo con ella, convenciendo a su esposa a que saliera con sus amigas, y que podría llegar tarde. Isabella Stracke no sospecharía nada, si la relación entre padre e hija era más o menos buena. De vez en cuando, Zöé sonreía al ver a su padre. Aunque, después de aquella noche, Zöé no volvería a ver el mundo con los mismos ojos, la inocencia se fue, y en su lugar llegó algo desconcertante: El dolor, el miedo, el odio. Fue tan extraño. Su padre abrió la puerta y Zöé ya estaba bajo las sábanas, con el rostro hundido en la mullida almohada que olía a vanilla y lilas. La lámpara estaba prendida, el terror de Isís hacia la oscuridad le había atacado desde niña, así que, ya era costumbre que aquella lámpara estuviese prendida. Zöé levantó la mirada y vio a su padre, con el cabello desarreglado, una sonrisa triunfante y con los ojos salvajes, emocionados, ¿por qué estaban emocionados? Y lo más importante ¿por qué papá no llevaba el cinturón puesto? Zöé dejó brillar algo en sus ojos: Curiosidad. Todo era tan extraño. Su padre, aquél animal, sonrió. Victoria. Aquella muchacha sacaba lo peor de sí. Con tan solo diez años, esa ternura, esa inocencia, ese silencio, quería romperlo, quería sentirla en toda su extensión. ¡Pero es tú hija!, pensó. Pero aquel pensamiento no le detuvo. Se acercó lo suficiente como para aspirar el delicioso aroma de inocencia. Aquel aroma que le embriagaba, le volvía loco. Cerró los ojos y soltó un ronroneó…Zöé no se movía, no quería respirar, aún no entendía nada… ¡y claro! Pero, ¿cómo podría? El dedo índice de su padre se dirigió a sus labios y los calló, un Shh resonó en el silencio de la habitación de la infanta y la luz de la lámpara no fue suficiente para la oscuridad que vivió Zöé Isís durante los siguientes minutos.

Le dolió.

Su padre había sido brusco, no había notado que apretaba con mucha fuerza los bracitos de su pequeña hija, la cuál soltó un par de lágrimas aquella noche, mucho después de que él besara su frente y saliera de la habitación. Él estaba seguro de que ella no diría nada, sería su secreto. Finalmente, eso hacía Zöé siempre, complacer y hacer lo que le decían. Confiaba en los conocimientos que tenía sobre su hija. Dicho y hecho. Al día siguiente, a la hora del desayuno, Zöé bajó con un suéter largo, que cubría los cuatro cardinales de las manos de su padre. Estuvo callada, lo cuál era normal, comió lo que le dieron, lo cuál también era normal, lo único que había de diferente era que, no miraba a su padre, le rehúya la mirada, además de que hacía un extraño e insoportable sonido con los dientes, era como un chirrido. Cuando finalmente su madre exigió que esta le mirara a los ojos, se quedó sorprendida, asustada. La mirada de Zöé era diferente, más oscura, no había nada, un vacío que jamás había visto antes, era como si una gruesa película cubriera sus orbes verdes y estuvieran nublados. Zöé le retuvo la mirada, algo que tampoco había hecho nunca.

– “¿Qué, madre?” – pronunciadas estas palabras, el chirrido cesó, pero, como era de esperarse, a los pocos segundos, el roce entre dientes comenzó de nuevo. Y no paró hasta que ella terminase de comer.

Su madre se negaba a reconocer que algo malo le había ocurrido a su hija aquella noche en la cuál su padre decidió tomar responsabilidad por ella. ¿Acaso Hügo había dicho algo que le asustase? ¿Tal vez le obligó a comer algo que no quería? Su hija siempre había sido distante, pero esta vez era diferente, no estaba distante. Simplemente no estaba allí, era como si la nada misma la hubiese consumido. Cuando trataba de cruzar palabras con ella, el incesante chirrido de los dientes hacía que dejase de intentarlo. Zöé no salía de su habitación nunca, las únicas veces que lo hacía era para ir a la escuela, desayunar y almorzar. Jamás la veías en el jardín de la casa, jamás te miraba, ya no comentaba nada, por más que le pidiesen que lo hiciera. Obviamente, Hügo lo notó y lo único que hizo fue sonreír. Algo dentro de él se había cerrado también, no sentía cariño alguno por su hija…su propia carne, su propia sangre.

Y como dicen, la carne es débil, no pasó más de dos meses para que el señor Stracke volviera a quedarse sólo con la pequeña niña, pero, Zöé era inteligente, y ya se había preparado mentalmente, había asumido su realidad y solo haría lo que mejor sabía hacer: Complacer. Para eso había sido creada ¿no? Para hacer feliz a todo el mundo, menos a ella. Las visitas se comenzaron a hacer cada dos semanas. Zöé ya no cerraba los ojos mientras Hügo experimentaba con la morbosidad que había dentro de su cabeza. Solo dejaba que el hiciera lo que tenía que hacer y después se hacía a un costado, y se arrullaba en su cama. Hügo se había vuelto estéril dos años después de concebir a Zöé. ¿El destino, tal vez? La pequeña morena vivió los cinco años más terribles que una niña jamás hubiese podido soportar. A los doce, su mente hizo click. Fue muy extraño encontrarse pensando en cuál sería la mejor forma de…¡no podía! Ella era tan pequeña, se sentía mala, desagradable, vulgar. Ella no podía pensar cosas así.

Hasta que su madre trajo el raticida para la plaga que amenazaba con llegar a la casa.

– “El oso polar, se pone a llorar, si no ve, que estás allí con él. Miles de años, sin descubrir para qué…” –se encontró cantando, sola en la cocina, trataba de reconfortarse de lo que quería hacer. Si me ves caminando, en las calles, es que busco mi casa otra vez. Miró la alacena en la cuál había visto a su madre guardar el raticida. Se acercó, dando paso a paso, sentía como ese sudor frío corría por su espalda y cerró los ojos. Abrió la alacena y sacó aquel diminuto frasquito, lo aferró entre sus manos y soltó un jadeo. Caminó con rapidez hacia la sala en dónde se encontraba su padre y sonrió.

Hügo se sorprendió. ¿Desde cuando Zöé era tan amable de prepararle una taza de té? Tal vez le gustó, tal vez había corrompido aquella inocencia. Zöé era tan bella, con esa delgada figura y ese cabello tan oscuro, tan parecido al de su madre. Le excitaba tanto, quería tocarla siempre. Era perfecta. Asintió, con una mirada llena de adrenalina por la forma de actuar de su hija. Él quería volverlo loco. ¿No era así? Vio a la muchachita, de tan gráciles movimientos sonreír. Esa sonrisa que tanto ansiaba ver cuando acariciaba sus piernas en las noches, pero lo único que recibía a cambio era una mirada vacía, que se concentraba en lo interesante del papel tapiz de su cuarto. Zöé se perdió en la cocina y él se acomodó en el asiento, esperando por el pecado.

Una muerte fácil era algo que Hügo no merecía, para nada. Eso sería ser demasiado amable. Una gotita por cada caricia vulgar, por cada frase susurrada a su oído, por cada vez que intentaba hacerla sentir bien. No, Zöé nunca encontró placenteras alguna de las caricias inmundas de su padre, le repugnaba, cambiaba todo tipo de naturaleza humana. La diferencia de texturas en el té se hacía notar, pero era una simple gota que pronto desapareció. Zöé cargó la taza y se la entregó, con mucho cuidado de no rozar sus dedos por ningún motivo.
No seas idiota…
Te crees más grande que él…
Mira sus garras..,
Te pueden matar también…
Un año más, uno año más, Zöé comenzaba a ver cómo su padre poco a poco, perdía la fuerza, el apetito y la juventud que siempre le había caracterizado. Dejó de aparecer con tanta regularidad en su habitación, y finalmente dejó de ir. Zöé no se sentía contenta, no estaba feliz, el debía sufrir un poco más, aunque sea un poco más. Faltaba tan poco. En la cena, alrededor del 2009, mientras comían él, ella y el sonido estridente del chirrido de los dientes de Zöé, Hügo sonrió de manera cansina y murmuró su sentencia de muerte.

–“Tú sabes que yo nunca quise herirte, ¿verdad, Zöé?” –La joven pelinegra apretó el cuchillo que tenía en la mano izquierda y tembló. Clávaselo, clávaselo. Y ella no tuvo qué hacerlo. Pegó un grito, el primer signo de emoción después de tantos largos años. La sangre caliente se regó por toda la mesa, sobre el cerdo a la española que tenían en la mesa, la mejilla de Zöé estaba cubierta del líquido viscoso escarlata. Desvió la mirada, desorientada y descubrió a su madre, empuñando el cuchillo con el que siempre partía al pollo de la cena, con el cuál lo trozaba.

No hubo más palabras mientras enterraban a su padre en el patio trasero, estaban tan alejados del centro de aquella ciudad de Rusia que nadie vio nada, siquiera y el viento. La única testigo fue la Luna creciente que adornaba el cielo aquella noche. Ambas, madre e hija, se tomaron de la mano, un poco de afecto no les vendría mal. Isabella se disculpó y besó la frente de su hija, estaba tan arrepentida. Pero tenían que actuar rápido. La señora Stracke no quería que Zöé siguiera viviendo allí, no en esa casa de recuerdos tan agrios. La miró a los ojos, soltó una lágrima, pero no lo dudó ni un segundo y…la mandó lejos.

Cuenta hasta diez, se descubren los ojos. Las risas hacen perder…

Datos extra:
Es zurda, se muerde el labio hasta hacerse sangre. Tiene problemas para dormir. Sueña mucho, es decir, pesadillas. Toma pastillas para la ansiedad.La mayoría de veces, choca los dientes, causando un chirrido estridente.



Zöé I. Stracke
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Mensaje por Oliver R. Scott Mar Dic 13, 2011 3:19 am

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